Si bien la Argentina recuperó la democracia el 10 de diciembre de 1983, el 30 de octubre de ese año marcó un antes y un después en la historia del país. Tras siete años de una dictadura cívico-militar-eclesiástica que dejó una profunda huella de dolor y violencia, los argentinos recuperaron el derecho al voto y eligieron a sus representantes. La restauración de la democracia fue un proceso largo y complejo, pero también un momento de esperanza.
El golpe de Estado de 1976, impulsado por sectores civiles y militares y acompañados por la iglesia católica, puso fin al breve período democrático iniciado en 1973. La dictadura instauró un régimen de terror, caracterizado por la persecución política, la tortura, los asesinatos y la desaparición forzada de miles de personas. La censura, la represión y la violación sistemática de los derechos humanos marcaron aquellos años oscuros.
La resistencia a la dictadura se manifestó de diversas formas: desde la lucha clandestina de organizaciones armadas hasta el activismo de organismos de derechos humanos y la sociedad civil. La presión internacional y el creciente aislamiento del régimen contribuyeron a debilitarlo y a generar las condiciones para su caída.
Con la asunción de Raúl Alfonsín como presidente, se inició un proceso de transición hacia la democracia que incluyó la juzgamiento de los responsables de los crímenes de la dictadura, la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y la sanción de leyes que garantizaran el nunca más.
Se cumplen hoy 41 años de aquella concurrencia masiva a las urnas que eligió entre las dos fórmulas favoritas de aquellos años: Raúl Alfonsín – Víctor Martínez (por la UCR) e Ítalo Lúder – Deolindo Bittel (por el PJ). Alfonsín fue el presidente argentino y Ricardo «Cacho» Barrios Arrechea el gobernador misionero.
En estos 41 años, la democracia argentina se consolidó como un sistema político estable que, también, enfrenta desafíos importantes como la polarización política, la desigualdad social, la corrupción y la desconfianza en las instituciones.
El recorrido misionero
En la provincia de Misiones, la recuperación de la democracia también significó un punto de inflexión. El primer gobernador electo, Ricardo Barrios Arrechea y su vice, Luis María Cassoni (que se impusieron a Julio Humada – Pepe Piró), encabezó un proceso de reconstrucción institucional y de desarrollo económico. Desde entonces, la provincia atraviesa un crecimiento sostenido, aunque no exento de desafíos como la desigualdad y la precariedad laboral en diversos sectores.
En esa evolución desde 1983 y después de los años más oscuros, ningún espacio de gobierno provincial negó ni retrocedió en los valores democráticos: avanzó la defensa de los derechos humanos, de la verdadera libertad que iguala y de la justicia. En este tiempo, Misiones perdió un punto de la Coparticipación Federal que junto a las políticas de los años 90 derivó en las asimetrías y un fuerte endeudamiento. Después, la consolidación política desendeudó la provincia.
Esta democracia, como sistema político, se construye día a día. Para fortalecerla, es necesario promover la participación ciudadana, el diálogo y el consenso. Además, es fundamental garantizar el acceso a la educación, la salud y la justicia para todos los argentinos.